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miércoles, 27 de noviembre de 2019

La causa verdadera


Unos pocos pueden hacer un gran daño si los dejan.


Imaginen una pequeña ciudad aislada en medio de la selva, con unos 1,800 habitantes, un alcalde y 6 policías, incluyendo al jefe, unos 50 comerciantes importantes con sus negocios y el resto campesinos, almaceneros, niños y familiares. Esta ciudad está aislada y se puede considerar un país aparte, con sus propias leyes, usos y costumbres porque es demasiado insignificante e inaccesible para llamar la atención de las autoridades centrales. Hay muchos lugares sí en la Amazonia como por ejemplo Mazuko o Huaypetue, que yo tuve la suerte de conocer hace años.

Imaginen ahora que en esa ciudad, un día se organiza unos 50 gañanes que quieren botar al alcalde, pero son muy pocos y no tienen posibilidad de llegar al poder en elecciones. Entonces se les ocurre hacer demandas exageradas, que saben imposibles de cumplir, para que cunda el descontento de la gente. Así juntan unas 200 personas y sus protestas se convierten en saqueos, donde mucha gente corriente se une aprovechando de robar cosas que no han podido comprar.

Son 250 personas contra 6 policías ¿qué pueden hacer para contenerlos? Una forma sería parapetar a los policías y que usen sus armas para repeler los ataques, si bien son pocos tienen un poder de fuego muy superior y luego de una decena de muertos y tal vez cientos de heridos no sería difícil contenerlos.

Pero el alcalde es un cobarde, que obsesionado con su imagen pública trata de darle más y más a los que saquean, con la esperanza que se queden tranquilos. Los que están en peor posición son los policías, porque los jueces son amigos o afines ideológicos de los asaltantes y al menor daño que hagan el policía se va preso, entonces tratan de resguardar su propia integridad como pueden, son 6 contra 250 y sin armas están como patos en una galería de tiro al blanco: totalmente expuestos a lo peor.

También lo pasan mal los comerciantes, que pueden perder de un momento a otro todo lo que tienen en un saqueo seguido por incendio, que es el método de las turbas, la gente que trabaja con ellos también lo pasa mal porque se queda sin trabajo ni ingresos y todos lo demás sufren montón de incomodidades de vivir en la cuidad que ahora está destrozada y donde reina la Ley de la Selva.

Así es como bastan 250 bandidos para someter a  1.550 personas honestas y tranquilas, claro que para conseguir eso es fundamental el rol de un cobarde, que deje pasar los delitos en el comienzo y permita que escalen sin cumplir con su deber de mandar a reprimir a la policía y apoyarlos. Una represión eficaz hubiese costado unos 15 muertos y 120 heridos, pero la anarquía y el vacío de poder terminará  con muchos más muertos, heridos en más largo período de tiempo.

Esto ha pasado innumerables veces en la historia, los sociólogos llenan volúmenes de explicaciones sobre supuestos "procesos sociales". Engaño, no son otra cosa que racionalización y justificación de sus prejuicios, la verdad es que solo se necesita una pandilla de ambiciosos por una parte y un cobarde por el otro lado.

Neville Chamberlain en 1938, después de firmar el Pacto de Munich, volvió a Inglaterra agitando el pedazo de papel declarando feliz que había logrado "la paz con honor, la paz de nuestro tiempo", pero solo era un gallina que se rindió antes de pelear, como Churchill anotó con agudeza "aceptó el deshonor para tener paz, pero al final tuvo deshonor y guerra". Es una historia muchas veces repetida.

Las "manifestaciones" como se llama eufemísticamente a los motines callejeros, plantean un dilema básico a todo gobierno, porque basta una cantidad proporcionalmente muy pequeña de gente para poner de rodillas al estado si este es dirigido por un cobarde. Hay que entender que la policía solo tiene una manera de poder enfrentarse a una turba muy superior, que es usando las armas, disparando y matando en el acto a los elementos más peligrosos.


Si un tipo de 130 kilos y 1.90 metros se viene sobre mí con intención de matarme con sus propias manos podría hacerlo con facilidad, pero si al acercarse corriendo yo saco una pistola, apunto al tórax y disparo, esa facilidad desaparece y la ventaja de su superioridad física se evapora. En el orden público la situación es parecida.

En Chile deben haber unos 60.000 carabineros, de los cuales se pueden desplegar unos 40.000 en caso de apuro, si la cosa se pone fea el gobierno puede sacar unos 20 o 30 mil efectivos de las FFAA a la calle, máximo 70.000 para todo el país.

Como somos unos 18 millones de chilenos, una revuelta importante puede sacar a la calle con facilidad a 300 o 500 mil personas. Basta con 50.000 terroristas decididos apoyados -conscientes o no- por una masa de 250 mil "manifestantes" para que resulte imposible contenerlos, ninguna policía ni fuerza armada del mundo tienen la capacidad de contener un saqueo masivo si no pueden usar libremente sus armas de fuego. Mandarlos sin munición es criminal, equivale a mandarlos al matadero.

El ejemplo contrario también es clarísimo. Con pocos policías bien armados y con orden de disparar a matar bajo ciertas circunstancias se puede controlar a millones de personas, no importa cuan furiosos estén, que mejor muestra que Venezuela, donde Maduro se puede mantener en el poder de un país quebrado y ha obligado a mandar a emigrar a más de cuatro millones de opositores. Todos los países de la ex órbita soviética. Una sola arma bien cargada puede detener a cientos de agresores.

Y no solo por su uso efectivo, sino por el efecto disuasivo que tienen si la gente sabe que las armas van a ser usadas. Durante el Gobierno Militar en Chile hubo varias protestas, pero jamás saqueos e incendios como hoy, porque sabían que el que se atreviera a saquear o incendiar un negocio iba a salir con los pies para adelante. Las protestas de esos años fueron bastante incruentas al no existir el vacío de poder.

Muchos presidentes en Chile han enfrentado estas situaciones a lo largo de la historia. Manuel Montt, uno de los más grandes presidentes que hemos tenido enfrentó dos guerras civiles en su mandato. Portales primero y muchos años después Arturo Alessandri, tuvieron que crear milicias republicanas, verdaderos ejércitos paralelos de civiles que combatieron para proteger la seguridad del estado. La mayoría ha sabido enfrentarlo con coraje moral y político y aunque con grandes costos políticos personales han salvado al país de males mucho mayores.

Se pueden dar miles de explicaciones a lo que pasa hoy en estos motines, pero no son nada nuevo y existe una causa principal, que para mí está clarísima: nuestro presidente ha actuado hasta ahora como una persona moral y políticamente cobarde. Y no es algo raro, porque la cobardía está extendida en toda la sociedad, veo a la gente aterrada incapaz de pensar con claridad ante cosas que han sido bastante normales en nuestra historia. El presidente no quiere pagar los costos de ponerse firme, lo peor es que se acobardó en los primeros momentos y por eso la situación ha escalado.

La reacción, que sin duda va a venir, será peor en la medida que esta situación -que todavía es pequeña- escale. La situación hoy tiene enormes diferencias con los años de la Unidad Popular, pero hay cosas parecidas como el vacío de poder y sobre todo los peones cegados por la soberbia. Eran los mismos que lloraban como niños chicos el 12 de septiembre, a algunos los mató la boca, por imprudentes. En estas situaciones es cuando hay que ser más medidos, porque la soberbia, la rabia y el miedo son pésimos consejeros.
 



Tomado del blog de Tomas Bradanovic

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