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viernes, 6 de diciembre de 2019

El piloto absorbido en pleno vuelo: su tripulación le salvó la vida

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G-BJRT, el avión involucrado en el accidente, en julio de 1989.


El 10 de junio de 1990, el vuelo 5390 de British Airways, un BAC 1-11, que despegaría desde Birmingham, Reino Unido con destino a Málaga, España sufrió el desprendimiento del parabrisas izquierdo a unos 5000 m de altitud, succionando al capitán, que se quedó enganchado por las piernas en los mandos del aparato, a bordo se encontraban 81 pasajeros y 6 tripulantes, el capitán Tim Lancaster y el primer oficial Alistair Atchison comandaban la aeronave. A las 7:20, hora local, el 1-11 despegó de Birmingham, diez minutos después de despegar, con el piloto automático activado y por algún desperfecto técnico el parabrisas del la cabina es separado del avión y desaparece.

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Representación del hecho donde se ve al Cap. Tim Lancaster afuera de la aeronave

Tras la pérdida del parabrisas, ocurrió una descompresión explosiva (de una duración aproximada de 1,3 s) que succionó al capitán hacia afuera y lo dejó atascado en el agujero de la cabina de mando, durante unos segundos, la cabina se llenó de una densa niebla como consecuencia de la sobresaturación del aire al no poder retener su vapor de agua con la reducción casi instantánea de la presión en cabina, dos miembros de la tripulación sostuvieron a Lancaster mientras el primer oficial Atchison tomaba los controles del avión, Lancaster luego contó cómo sintió que el parabrisas se desprendía, se alejaba hacia adelante y desaparecía, y él era succionado fuera del avión, y ya fuera quedó recostado en el techo del aparato y alcanzó a ver la cola y los motores girando antes de perder el conocimiento.

Aunque quedó enganchado, el fuerte golpe de su cabeza contra el fuselaje hacía presagiar lo peor, inmediatamente, el copiloto Alastari Atchison tomó el mando y comenzó las maniobras para realizar un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Southhampton, Inglaterra.

Tras unos minutos, Ogden comenzó a desfallecer en su tarea de sostener a Tim, el cansancio y las bajas temperaturas hacían mella en él. Aunque lo creían muerto, la tripulación se negaba a soltar a Tim por varios motivos, primero, por respeto al capitán y su familia, ya que escapar de sus manos apenas no quedaría nada que poder honrar y enterrar, en segundo lugar, por la seguridad e integridad del vuelo; ya que existía la posibilidad de que su cuerpo pudiese golpear y destruir algún motor.

Ogden y Rogers continuaron turnándose hasta tomar tierra 20 minutos después del accidente, momento en el que pudieron recuperar su cuerpo y comprobar, con sorpresa, que seguía con vida
Tim estaba inconsciente, sufría síntomas de congelación y fracturas en sus extremidades, pero estaba fuera de peligro. Se incorporó al servicio solo 5 meses después del accidente.

Después de realizar algunas investigaciones por autoridades encargada del caso, se conoció que 27 horas antes, en Birmingham, ese mismo avión había pasado a mantenimiento preventivo, y todo parecía estar en orden, pero uno de los empleados había utilizado conscientemente herramientas de trabajo que no soportaría la presión de 500kilos por metros cuadrados que debía soportar el parabrisas y al no estar creadas las condiciones necesarias cedió y provocó el incidente.

Se acuso de negligencia a los talleres de la British Airways por permitir a sus empleados seguir métodos no autorizados en el mantenimiento de las naves.


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