Mientras la producción de los 737 MAX ha caído, los A320 estan siendo fabricados a máxima velocidad. |
La planta de Boeing en Renton (Washington, EE UU), de donde no saldrá ni un avión 737 MAX hasta nueva orden, contrasta estos días con el trabajo a toda máquina en las instalaciones de Airbus en Hamburgo (Alemania), que no dan abasto en la producción de la familia 320, su reemplazo natural.
En un sector como el aeronáutico, en el que ambas empresas se reparten el mercado global casi en régimen de duopolio, los problemas de una firma son música para los oídos de su competidora. En el año más complicado de la historia del fabricante estadounidense —que ha visto como su modelo estrella para el corto y medio radio caía en desgracia tras dos accidentes saldados con más de 300 muertos—, las acciones de su rival europeo se han disparado más de un 60% en Bolsa, aupándola hasta zona de máximos históricos. Las tornas también se han dado la vuelta en las cifras de entregas: en 2019 Airbus fabricará más aviones que Boeing por primera vez desde 2011. A diferencia de entonces, sin embargo, la distancia entre ambos será abismal.
La empresa paneuropea insiste en que la crisis del MAX “no beneficia a nadie”. Pero Boeing y Airbus, Airbus y Boeing, son hoy más que nunca vasos comunicantes. En la primera mitad del año, el fabricante europeo vio cómo sus beneficios más que se duplicaban, pasando de 496 a 1.197 millones de euros, con los pedidos picando claramente al alza. Hasta noviembre, las entregas de Airbus multiplicaron por más de dos las de Boeing (725 contra 346) en un mercado históricamente muy competido. Una brecha que es aún mayor en las órdenes de compra recibidas de aerolíneas y compañías de alquiler de flota: 940 frente a 240, en buena medida por el tirón de la demanda asiática. La propia dirección del consorcio europeo espera que supere el millar a final de mes, una quinta parte más que hace un año.
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